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Centro de Convivencia Infantil

Una lluvia de sentimientos encontrados tengo al visitar este parque, recuerdos de mi infancia y de los años en los que el único problema que embargaba a mi ser, era que el día tuviera más horas y de que la luz del sol tardara en meterse.
Desde el estacionamiento se puede observar algunos juegos mecánicos, a través de la barda perimetral de malla, misma que al cruzarla puede uno olvidarse de los problemas agobiantes del diario vivir y dejarse atrapar por la diversión, los juegos, la naturaleza y los antojitos que bien han logrado sobrevivir por más de tres décadas.
A pesar de tener una serie de remodelaciones, que a mi juicio no han sido concluidas ninguna de ellas, se percibe un aire de descuido y de deterioro tanto del lugar como de algunos juegos, basta alzar la mirada y ver el letrero en el marco de la entrada principal al parque, mismo que anuncia el nombre de éste, le hacen falta tres letras, dejando a la buena imaginación e interpretación de sus visitantes la complementación de las palabras.
Comienzo la aventura de caminar por el parque tomando la primer decisión: iniciar el recorrido por la derecha o por la izquierda; el cual debo admitir que no me costó mucho trabajo definir, ya que a mi derecha los clásicos juegos de ferias hacían el ruido mágico que irremediablemente te hace voltear y querer ir lo más pronto posible, cabe mencionar que dichos juegos sólo son para un público infantil; mi consuelo fue ver que en seguida estaban los puestos de tiro al blanco y de canicas, por lo que no perdí la oportunidad de impresionar a otros intrépidos tiradores accionando varias veces el sonido de la música bailadora que anuncia que he dado en el blanco.
Después de tan fortuita demostración, seguí con mi andar, apreciando un circuito de motos para niños. Que dicha ver los ojos de esos jóvenes pilotos, mismos que reflejaban estar dentro de una carrera por la copa mundial; y es tan grande esa imaginación que casi pude percibir como varios de ellos sentían la euforia y cobijo de los aplausos de su público.
Una de las áreas que para mi gusto es de las más divertidas, es el mini golf de 9 hoyos, cabe mencionar que de nada sirvieron mis estrategias previamente planeadas, pues es de reconocer que no me daba más opción que reír y reír por mi desheredado espíritu de Lorena Ochoa; sonrojado no sé si por el calorcito del sol o por mí desempeño deportivo, logré terminar los hoyos, haciendo una promesa al viento que para el próximo encuentro saldría con la sonrisa de la victoria.
Tantas emociones y después del accidentado pero divertido golfito, recordé vagamente las emociones de un raspado, mismo que en mi infancia representaba haberme portado bien y de haber obtenido buenas calificaciones en la escuela, ya que era una refrescante recompensa: el raspado de vainilla con plátano, ese raspadito que mágicamente sin importar los años o décadas, no ha perdido su encanto.
La mayor sorpresa fue enterarme que hay gotcha, por lo que no podía dejar de conocer y de vivir esa experiencia. Por un momento sentí frustración ya que el recorrido del parque lo hacía sólo, pero para mí tranquilidad en la entrada se forman dos equipos, en los que uno tiene la opción de escoger a cual pertenecer; así también compra uno el número de balas que se quiere disparar, teniendo las opciones desde $50 pesos hasta los $400 pesos.
La adrenalina poco a poco comenzaba a crecer en mi interior y por un momento me sentí Chuck Norris, pero el saborear la combinación entre ardor y dolor del impacto de la bala en mi cuerpo, me hizo replegarme y recordar que Mario Almada solo hay uno. En definitiva creo que lo mío, lo mío, es la comida.
Así que no podía dejar la oportunidad de visitar el área gourmet, en especial las tradicionales garnachas, las suculentas y deliciosas tortas de pierna, considero que me hizo falta estómago para poder probar más opciones, ya que sus precios son accesibles para la mayoría de los visitantes.
Mientras comía, no pude evitar ver los caballos y ponys que dan en renta; es una muy buena opción para todos los padres que quieren que sus hijos tengan esa experiencia a un bajo costo, por cabalgar un circuito que intenta representar al viejo oeste.
La inocencia e imaginación de los niños es una fuente inagotable, muchos de ellos utilizaron los servicios de los pinta caritas y pidieron sin dudar se les plasmara a su héroe favorito en su rostro; la escena fue una explosión de sentimientos al ver la locura que reinaba en esos corazones.
Después de tener el placer de presenciar un enorme desfile de súper héroes, vi que las lanchitas seguían flotando sobre un agua clara y trasparente y aunque ya no eran las mismas lanchas de antaño, misteriosamente la magia seguía siendo la misma. Las carreritas se podían presenciar entre algunos navegantes, aunque hubieron marineros que tal parecía querían hacer del recorrido el más lento del mundo, dándose la oportunidad de observar el paisaje.
Por último pero no menos importante, llegué a la estación de tren, lugar donde los niños invaden de cuestionamientos a sus padres sobre las expectativas del recorrido. Los gestos, asombros, risas y esa enorme alegría que emana de esas pequeñas personitas contagian a los adultos llegando a ser una experiencia que a pesar de tener millones de problemas encima, logra uno olvidarlos, concentrándose únicamente en el sonido de los pájaros, trasladándose así, al mundo de los sueños y la imaginación.
Considero que a pesar de que el parque no tiene toda la atención del gobierno, éste es un lugar que aún sigue cumpliendo con el objetivo que fue creado: recrear a todos sus visitantes, combinando la naturaleza con los juegos y las emociones.

Sobre Balam

La pasión por escribir y el amor a Tuxtla me lleva a la necesidad de crear una página de recomendaciones objetivas de lugares y establecimientos que den un servicio de excelencia.

2 comentarios

  1. Creo que deberían renovarlo, ya que por tradición es el centro de diversión..

  2. Muchísimas felicidades!!! Hasta que alguien explica lo que todos vivimos y sentimos por ese centro de diversiones.

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